9.27.2013

Burning low, fragmento de 'Fuego'.

Mike me cogió por los hombros, impidiendo que volviese a pegar al imbécil que tenía delante.

No me resistí; sabía que mi amigo era mucho más fuerte que yo, y que no me iba a dejar escapar.

- ¿Por qué? -le grité-. ¿Qué te hizo ella?

Él se mojó los labios y esbozó una sonrisa lasciva. - Era una zorra -confesó tranquilamente. Aún seguía ronco por la presión de mis manos en su garganta.
Ojalá Mike me soltase ahora mismo para poder matar a ese hijo de puta con mis propias manos.

Lucas tosió un poco y escupió algunas cenizas. Me había ocupado de hacerle arder por dentro... Literalmente. Me dedicó una mirada de desdén, expresando lo que no existía en palabras.

Tiré bruscamente hacia delante, intentando librar al menos una de mis manos, pero Mike me tenía agarrado fuertemente. Supuse que no me soltaría.

En realidad, era como estar flotando en el limbo, entre la realidad y el mundo de los sueños. El cadáver de Maya se veía borroso a causa del agotamiento. Usar tanto fuego también me había corrompido a mí. Sentí el sabor amargo del fuego en mi boca. Me lo tragué; junto con las lágrimas que amenazaban con salir y las palabras de odio dedicadas expresamente a Lucas.

Siempre me había dado mala espina. Sobre todo, cuando descubrí que miraba a mi novia en sitios donde no se debía mirar tan indiscretamente.

Al principio, traté de hablar con él, paciente. Entendía el por qué de sus miradas, Maya era tan hermosa, con su cabello rubio y rizado y su piel tostada por el sol veraniego. Pero no me hacía caso.

Pero la mató.

Así que, haciendo lo que yo quería, y no lo que hubiese querido ella, monté un buen revuelo. Él había salido perdiendo, claro. Aunque él fuese más brillante y atractivo, con sus músculos desarrollados y su sonrisa deslumbrante, no podía competir conmigo: yo era rápido, además de bajito y escurridizo. Así que yo acabé con un par de rasguños en el rostro y los brazos; él, en cambio, con una cara muy fea y una muñeca torcida. A parte de los nudillos despellejados.

No me culparon de darle esa lección. Pensaban que se lo merecía.

Yo aún sigo creyendo que él debería estar muerto.

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