1.27.2014

¡1000 visitas!

Muchas gracias, chic@s. No se me dan bien estas cosas, así que no puedo decir mucho.

 Gracias por seguir dándome apoyo mediante visitas, seguidores y comentarios. Seguiré subiendo entradas cuando pueda, en serio. Estoy pensando en borrar muchas entradas y convertirlo en un blog literario. Posiblemente tenga mis pensamientos y relatos en un blog privado. Lo siento, pero no me siento a gusto con mis opiniones en un lugar totalmente público.

En fin, gracias por seguir ahí, animándome con todas esas visitas y seguidores.

P.D.: seguramente empezaré a subir entradas en inglés.

1.06.2014

¡oye, la perdedora de por aquí detrás también puede caldear el ambiente!

- Bésame, rápido -dijo él mientras me acercaba bruscamente.
- ¡No! -le empujé. Me miró con una expresión rara.
- Por favor, te favorece a ti también -me intentó convencer-. No es tan malo, ¿sabes? Beso bien.
«Tengo práctica» creí que iba a decir. Pero no lo hizo. Giró la cabeza hacia la entrada del callejón y me apretó contra la pared. «Guarda silencio», ordenó. Yo, como tonta, no pude resistir el hecho de protestar.
- Pero,...
No me dio tiempo a terminar. Tapó mi boca con la suya y movió los labios con fiereza. Me quedé de piedra; nunca me habían dado un beso así, y menos, un desconocido como aquel.
Entendí su plan cuando un par de sombras alargadas, descubrí, se dirigían hacia nuestra posición; le seguí el juego, deseando que se fueran.
Así que alargué los brazos hasta su nuca y se la acaricié torpemente. No sabía qué hacer. Jamás había estado en una situación así.
Para sorpresa mía, el chico se estremeció e hizo algo que no me esperaba: bajó sus labios hasta mi cuello y jugueteó con la cadena que colgaba de él. Ante la sorpresa, no pude ahogar una exclamación que llamó la atención del chico. Rió, y mi cuerpo pareció derretirse. Nunca habría imaginado que una "pringada" como yo podría estar enrollándose con un mozo bravo como aquel. Si esto fuese un libro, fijo que ya habría pensado mal de él... Y con él.
Minutos más tarde, advertí que las sombras se habían esfumado, pero el muchacho que tenía rebuscando en mi cuello no parecía querer parar. Me mojé los labios, pensando en algún modo de no parecer una borde. No se me ocurrió ninguno.
Gracias al cielo, al misterioso chico subió hasta mi oreja y susurró:
- ¿Se han ido ya?
Yo asentí, en silencio. Lentamente, se apartó. Me sonrió, como si nada hubiera pasado. Yo no pude soportarle la mirada ni dos segundos. Bajé los ojos hasta unas botas rojas que conocía muy bien: las mías.