2.05.2013

1. Los días fríos de Nereida.

~Nota de la autora: ¡Hola, lectores! Voy a cambiar una cosa: las chicas, en vez de tener catorce, tendrán quince años, ¿vale? ¡Siento las molestias! G'byeeee~

Capítulo I: Los días fríos de Nereida.

Suspiró impaciente, esperando a sus hermanas. Aquella mañana por fin había amanecido fría, y a Ninfa y Náyade no les apetecía salir de sus camas.

Se dirigió a la cocina, dejando su bandolera en el recibidor.

-Silfo.

El chico la miró con un aire perezoso. Sonrió un poco al ver a su hermana pequeña mecerse de una pierna a otra, ansiosa.

-Yo me encargo de llevarlas, pequeña. Ve yendo.

Nereida esbozó una gran sonrisa de agradecimiento. Dijo un "Hasta luego" mientras cerraba la puerta.

Le encantaba sentir ese frío que le entumecía las manos y ver como la punta de su nariz se volvía de color escarlata. La brisa matinal le revolvía el pelo rubio, y sus ojos negros brillaban de emoción.

Dando saltitos cual conejo, llegó a la entrada del instituto, la cual estaba repleta de adolescentes tiritantes e intentando manterner calientes sus manos; pero entre ellos no se encontraban sus hermanas. Intuía que no iban a venir. Nunca conseguían levantarse en días tan fríos como ese.

Se adentró en el cúmulo de jóvenes, buscando a su amiga, Lara.

-¡Nere! - la chica morena se acercó trotando a Nereida, mientras peinaba con los dedos su largo pelo castaño.

-Buenos días, Lara.

Dalía y su novio Jon, más mayores que ellas, se abrían paso entre la multitud con dificultad. Llegaron a base de codazos, y se unieron a las dos chicas, formando un pequeño pero unido grupo.

-¿Dónde está Lucas? - preguntó Lara con ansias. - Quiero quedar con él para hacer el trabajo de francés.

- Yo ya lo he terminado, - murmuró Nereida.- hace mucho que lo terminé, en realidad.

A Nereida se le descompuso el gesto.

- ¿A qué viene esa cara? - inquirió Dalía inspeccionando curiosa a la chiquilla rubia. Siguiendo la dirección de su mirada, llegó al causante del problema.

Se trataba de Niki, un chico extranjero que había llegado hace poco, y que molestaba a Nereida. Observó a esa persona enrollandose en el dedo un mechón de su pelo caoba. Sobraba decir que era agraciado, pero su personalidad estropeaba cualquier impresión de niño bueno. Poseía un rostro redondeado y lleno de pecas que le daban un toque de inocencia. La nariz era algo respingona, y tenía unos grandes y fríos ojos marrones. El pelo oscuro le caía en rebeldes bucles por la frente y la nuca. Muchas chicas suspiraban por él debido al aspecto que le daba esto, pero no Nere. Aun así, sólo la molestaba a ella, no a sus hermanas. Nervioso, Jon se pasó una mano por el pelo color calabaza mientras sus ojos seguían la mirada de su novia, encontrándose con la misma persona. Los ojos amarillos de él se cruzaron con los verdes de Dalía.

-Oh...

No tuvieron tiempo de decirse más, ya que el portón se abrió a la vez que sonaba la sirena.

- Nere, no le hagas caso a ese tonto. No se lo merece.

Ya dentro de clase, Lara intentaba animar a Nereida mientras ésta buscaba alguna chincheta o ciertos artículos de broma que pudiesen ponerla en evidencia. Al ver que no había nada, se sentó y con calma, sacó los libros de la mochila, poniéndolos sobre la mesa.

En ese momento, Niki entró y se dirigió a su mesa, un par de lugares más alejada de la de Nereida. Cuando pasó por su lado, abrió la mano y soltó algo en la mesa de la chica, sin que ella se diese cuenta. Lara chilló.

- ¡Qué asco! ¡Es una lagartija!

El insoportable chico se decepcionó al ver que con calma, Nereida cogía al pequeño reptil y lo dejaba fuera, en la ventana.

-Pobre bichito - comenzó a reñir ella.- Se ha asustado por tu culpa.

Niki levantó la cabeza dándose por aludido, pero a quien se dirigía la chiquilla rubia era a su amiga, que abrió la boca para protestar. No pudo, pues el profesor acababa de entrar. Lara le dirigió una mirada de desprecio al chico moreno, que se encogió de hombros como quien no quiere la cosa.

                                             […]

Dalía lanzó un suspiro de alivio, a la vez que la sirena tocaba dando por terminadas las clases.

- ¡Qué aburrida ha sido esta clase! - dijo Jon mientras se estiraba. - Date prisa en recoger, Dal, que nos cierran la puerta.

Dalía le miró un instante y cerró la mochilla con un movimiento enérgico.

-Ya estoy. - anunció.

La pareja empezó a andar hacia la salida. A mitad del pasillo, se encontraron con las otras dos chicas. Al aproximarse a la salida, una ráfaga de aire frío les hizo temblar.

-Parece que va a nevar. -Lara anunció algo molesta la helada noticia.

Se separaron a medio camino, pues Nereida y sus dos hermanas, que no habían aparecido en toda la mañana, vivían en la parte opuesta del camino.

                                                 […]

Nereida sorteaba las baldosas verde oscuro del suelo cuando sintió una motita helada dn el cuello. Al intuir de lo que se trataba, levantó la cabeza, sacó la lengua y saboreó el insípido copo de nieve como si de chocolate se tratase. Y ella amaba el chocolate.

De pronto, una mano se apoyó fuerte en su hombro, sobresaltando un poco a la chica. Ella miró con miedo a Niki mientras él se ponía a la altura de Nereida.

- Hola, heroína de dragoncitos. - le dijo.

- Hola, Niki.

- Nick me gusta más.

Nereida simplemente asintió. Le daba miedo lo que le pudiese hacer ese chico.

- ¿Dónde vives? -le preguntó él.

- En la pequeña mansión de color celeste.

- Te acompaño.

Nereida sintió aquel sudor frío que le indicaba que tenía miedo. Le daba mala espina lo que pudiese hacer el chico. En ese momento, él habló sobresaltando a una ya asustada Nereida.

- No me mires con esa cara, - le dijo, divertido. - no te voy a hacer nada. Tranquila.

-No sé por qué, pero no me convence...

Nereida dejó la frase volando en el aire. Sentía como se le iba humedeciendo el pelo por culpa de la nieve. Miró a Niki, que caminaba de forma despreocupada, mirando al frente. Como si estuviese solo.

Entonces, Niki giró la cabeza hacia la chica, pillándola con las manos en la masa.

- ¿Te diviertes?

Nereida dirigió su mirada hacia el suelo, mientras su rostro se coloreaba de un tono escarlata poco común.

Niki, divertido, le pasó un brazo por encima de los hombros, y a la vez observaba divertido las mejillas de la chica, que se iban coloreando cada vez más. El chico, malicioso, se acercó a la oreja de Nereida y le susurró.

- Porque yo sí. - y mordió la templada oreja de la pobre chica rubia, a la que le temblaron las piernas.

¿En serio ese chico tenía quince años? Pensaba Nereida. Se refugió aun más en su bufanda, mientras sentía la fría mirada del chico clavada en su roja cara.

Pasó un rato en el que caminaron los dos en silencio, ella incómoda, él pensativo. El cerebro de Niki trabajaba a toda velocidad, ideando algún plan para incomodar aún más a Nereida. Tenía que darse prisa, pues ya se avistaban unos techos a dos aguas de color azul.  Paseaban al lado de un muro, aunque algo viejo, perfecto para el diabólico plan de Niki.

Cuando ya casi estaban al lado de la cancela que daba a parar a la casa de la chica, él la cogió por la muñeca y la pegó al muro, aprisionándola con su propio cuerpo. Nereida abrió los ojos, sorprendida, mientras se pegaba lo más que pudiese a la pared. Pero claro, cuanto más retrocedía ella, más se adelantaba él. Era una batalla perdida, y, desgraciadamente, lo era para Nereida.

El chico rió maliciosamente. Colocó las manos a los lados de la cabeza de ella, y pasó la punta de su nariz por el cuello de Nereida.
En ese momento, afortunadamente sonó el teléfono de Niki, y él se vio obligado a atender. La chica rubia encontró una oportunidad de huir rápidamente hacia la seguridad de su casa en el mismo momento en que él se separó de la pared. Nereida abrió, entró y cerró la puerta muy rápido. Preocupada de que alguno de sus hermanos hubieran visto eso, recorrió la casa en busca de Ninfa, Náyade o Silfo, pero se dio por vencida cuando no encontró a ninguno, asumiendo que estaba sola.

¿A dónde habrían ido? Se sentía algo sola. De repente, su estómago rugió, asustando a la chica. Rebuscó en la nevera medio vacía, en el hueco congelador, pero no encontró nada que hacerse para comer. Al fin, después de rebuscar en las numerosas alacenas de la cocina, demasiado amplia para su gusto, encontró un paquete de pasta aún cerrado. Perfecto, eso le serviría.

Tras un largo rato de cocción, la chica se los sirvió. Nereida zampó, impaciente y hambrienta, los macarrones con queso que se había preparado.

- No comas tan rápido, preciosa, que te vas a atragantar. - dijo, burlona, una voz.

Ella empezó a toser, y rápidamente busco un vaso para parar el ataque.

- Te. Lo. Dije. - y el intruso sonrió enigmáticamente.

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